domingo, 20 de diciembre de 2015

Posconflicto y refugiados climáticos

Un poco antes de que el mundo fijara la atención en el derribamiento de un avión de combate ruso SU-24 por los turcos, y a la vuelta de la esquina en la cumbre climática en Paris (COP21), las rotativas, portales e informativos aún destilaban detalles de cómo varios terroristas del ‘EI’ sembraron el miedo en la capital francesa tras asesinar a 130 personas.

Algunos de ellos habían ingresado a ‘suelo galo’ al camuflarse entre centenares de refugiados que huyen de conflictos en otras latitudes. Europa entró en pánico. No sólo se encendieron las alarmas para endurecer los controles migratorios, sino que además algunos países recularon en sus compromisos de recibir refugiados (caso Polonia).

La escena es similar a la que describe la nobel de literatura y escritora iraní Doris Lessing, en su novela ‘Historia del general Dann y de la hija de Mara, de Griot y del perro de las nieves’ (2006), que narra la lucha de seres humanos por la supervivencia, en medio de un planeta acorralado por las guerras y las catástrofes naturales: “Muy bien, Griot, instalarás un puesto de control allí mismo, donde terminan los barracones, para impedir la entrada de nuevos refugiados…” “…así pues, se retirarían los precarios refugios de última hora y sus ocupantes deberían marcharse, por las buenas o por las malas”, se lee en un aparte del libro.

Aunque reseñada como “ficción especulativa”, la novela de Lessing relata eventos vinculados a un tema que ha incidido –NO COMO CAUSA FUNDAMENTAL- en la historia de la humanidad: la influencia del Cambio Climático (CC) en el apogeo y caída de las civilizaciones. Por vía de ejemplo, “cálidos veranos y la consecuente reducción de capas de hielo facilitaron que los escandinavos navegaran hacia el oeste desde Noruega y colonizaran Islandia y luego Groenlandia antes de descubrir América del Norte; condiciones climáticas secas afectaron a los ejércitos de Gengis Kan en las estepas de Mongolia; durante el siglo XIX, entre 20 y 30 millones de campesinos que vivían en zonas tropicales murieron a causa de la sequía”, etc., nos recuerda el antropólogo británico Brian Fagan en su libro ‘El gran calentamiento’.

Por tanto, en un planeta con fenómenos climáticos cada vez más extremos y frecuentes, no hay ninguna razón para no considerar la incidencia del clima en las mutaciones o alteraciones del comportamiento de los seres humanos y las sociedades que conforman.

Desde hace un par de años, Colombia avanza en unos diálogos con la guerrilla de las Farc para poner fin a un conflicto armado de más de medio siglo. No obstante, alcanzar una paz sostenible en un contexto de minería ilegal, extracción minera a gran escala con sus costos socioambientales, catástrofes ecológicas, deforestación para cultivos ilegales, dependencia económica de los combustibles fósiles y una compleja dinámica de fronteras por el tránsito de quienes buscan un mejor bienestar, va más allá de la dejación de las armas.

En efecto, la gestión del posconflicto supondrá una redefinición del papel de los organismos de defensa y seguridad, pues las presiones causadas por el CC podrían originar migraciones y tensiones sociales, génesis de probables tribulaciones y de diversas formas de violencia.

En un artículo titulado ‘Can the military save us from climate change?’, aparecido en marzo del 2014 en el portal del GreenBiz, que trata temas sobre la convergencia entre las tecnologías, los negocios y la sostenibilidad, Joel Makower, su autor, refiriéndose a las conclusiones de un informe del pentágono sobre el CC como ‘multiplicador de amenazas’, se preguntaba ¿cuánto podemos aprender de los militares sobre la preparación y la capacidad de recuperación (o resiliencia)? ¿Cuánto aprendizaje podría derivarse del levantamiento de instalaciones militares autosostenibles frente a diversas contingencias?

Nuevos términos y nuevas categorías se afianzarán dentro del lenguaje mundial: terrorismo ambiental, crímenes antropogénicos, refugiados climáticos, Corte de Justicia Ambiental.


Así las cosas, es hora de mirar el posconflicto colombiano como la gran oportunidad de reenfocar los esfuerzos de seguridad y defensa -hipotecados al enfrentamiento más prolongado del continente- en la protección de la casa común: el planeta.

miércoles, 17 de junio de 2015

El cristal empañado de la Copa América

Se jodió la Selección de Chile. Se empañó la Copa América.

Y es literalmente así: ¡se jodió! Se jodió porque el accidente de tránsito que protagonizó el versátil futbolista del Juventus en su Ferrari en Santiago, Arturo Vidal, va más allá de lo deportivo.

El hasta ahora goleador del torneo que se realiza en el país Austral, sostienen las autoridades locales, manejaba en 'estado de embriaguez' (1,2 gramos de alcohol por litro de sangre). Independientemente de lo que pase con el futbolista en lo legal, pues conducir bajo los efectos del alcohol, aún sin víctimas fatales, es un evento que puede dar cárcel según las leyes chilenas, el hecho -sin duda- impacta negativamente al equipo. Lo golpea.

No es ningún secreto lo clave que es Arturo Vidal para la estructura del equipo de Sampaoli, por lo que su eventual ausencia por tener que atender asuntos legales es una ventaja para el contendor. Pero aquí la cuestión es que además de afectar el rendimiento de un equipo en plena competencia, el caso ocurrido en el kilómetro 25 del Acceso Sur de Santiago, le pudo costar la vida a cualquiera, incluso a él mismo.

Lo que hasta ahora ha trascendido es que varios jugadores, a través de Claudio Bravo, arquero y capitán de la selección chilena, le habían solicitado a Sampaoli que fuera más flexible en relación con el tema de la concentración, dado que la mayoría de los seleccionados juega en el exterior, y esta era una muy buena oportunidad para estar y compartir con sus familias, a lo que el estratega aparentemente cedió. Sin embargo, el infortunado hecho protagonizado por Vidal causa no solo el incómodo malestar de considerar cuánta razón tiene un Director Técnico para imponer una disciplina tal para evitar este tipo de casos (y entre los compañeros pensar que posiblemente ‘quedamos mal ante el profe’), sino también el malestar por poner a este a pensar, tomar y explicar decisiones en uno u otro sentido, que nada tienen que ver con lo deportivo, cuando el ideal es pensar, tomar y explicar decisiones de la táctica del juego.

En efecto, los medios de comunicación chilenos relataban en la mañana de este miércoles que el volante de 'la Juve’ había vuelto a la sede de su Selección. Y que una vez más, el líder y capitán del equipo, Claudio Bravo, en nombre de sus demás compañeros, le solicitó a Sampaoli que se abstuviera de excluir a Arturo Vidal del grupo por lo ocurrido. Y son justamente estas circunstancias, cuando se ponen en manos del técnico cierto tipo de decisiones, donde entran en juego la ponderación de unos hábitos convenientes de competencia deportiva (puntualidad, disciplina, búsqueda de la excelencia, trabajo en equipo, etcétera) y quizás un surtido de valores de sociedad, mezclados con las leyes para cualquier ciudadano, las que desvían la atención de los objetivos. En otras palabras, el DT, en este caso Sampaoli, en vez de estar pensando en la estrategia y el módulo táctico para afrontar el próximo partido, con el rival que sea, llámese Bolivia u otro, está pensando más bien en cómo ejercer su autoridad sin desmarcarse de los objetivos, en medio de situaciones como el deber ser, el deber de respetar la norma; de situaciones como el dilema entre hacer lo correcto o hacer lo mejor; la sensatez de admitir que, tan humanos como Vidal, todos, tanto el que lee estas líneas como yo que soy el autor de las mismas, cometemos errores y, lo que quizás es más importante, los mensajes que se dan a la sociedad con los temas de patria. Y es que no hay un mayor asunto de Patria, sobre todo en las sociedades de América Latina, como la selección nacional de fútbol. No hay que perder de vista que los mensajes derivados de lo patriótico, principalmente los que tienen que ver con las selecciones de fútbol, son unos intangibles cuyas narrativas resultan extremadamente poderosas, máxime si son sus héroes las que las relatan. En lo que va de la Copa América, Vidal es, sin duda, el héroe chileno.

Si bien el accidente automovilístico del jugador no pasó a mayores, su caso y las consecuencias que este acarrea no pueden leerse simplemente como mensajes para los padres de familia de 28 años, casados y con carro propio, sino también para miles de niños chilenos que ven en Vidal un ejemplo a seguir. Tan común y normal como puede pasar con esos cientos de chiquillos en Ibagué o Cúcuta que sueñan con ser James, o como esos miles de ‘pibes’ rosarinos y argentinos en general que fantasean con ser Messi. Para quien admira a una personalidad en particular, no es lo mismo que esta esté involucrada en un accidente de tránsito por la influencia del alcohol, que si el que lo protagoniza es un desconocido. No es que no le importe ni tampoco que lo desee, pero le otorga un significado distinto, y también a la valoración de las consecuencias. Y muy a pesar de que Vidal se excuse por lo ocurrido, su permanencia en la Selección o su exclusión de la misma impacta emocionalmente al equipo, pues se trata, ni más ni menos, de perder a un gran jugador, o pasar por alto el acoplarse a las normas sociales (que cualquier otro chileno o ciudadano del mundo debe cumplir) con tal de ganar una competencia. Así las cosas, Chile pierde porque lo que sobreviene es una distorsión, pues separar a Arturo Vidal de la Selección no es necesariamente no querer apoyar a un ser humano -ante un error que cualquiera puede cometer-, que bien puede ser considerado el goleador imprescindible. El héroe nacional que por salvador debería ser salvado (eximido de culpa). La cuestión, sin embargo, es que la realidad puede estar llena de otro tipo de héroes, que por anónimos sí deben acarrear las consecuencias de las normas conculcadas.


Es por todo esto que el diáfano ‘cristal’ de la Copa América se empañó un tanto, porque puede poner más a mirar hacia la Corte del ‘Rey’ Arturo –el juzgado de garantía de San Bernardo, donde se radicó la causa Arturo Vidal-, que a mirar fútbol puro: 'golpes' inesperados de una selección boliviana, la –para nosotros ‘irritante’- hegemonía del ‘verdugo’ goleador Rondón sobre la Selección Colombia, el electrizante 3 a 3 entre Chile y México, la ‘hermosa batalla’ –como editorializó un comentarista argentino- del 1-0 entre Argentina y Uruguay, la vertiginosa noche del último martes. Eso es fútbol. Solo eso es lo que queremos ver y percibir. Sin folios de expediente en las sedes de entrenamiento. Fútbol sin notificaciones judiciales en los camerinos con su habitual tufo de sudor y alcanfor.

3' de adición: Brasil es bravo. Brasil es Brasil. Pero sospecho que la Selección Colombia ya bailó con la más fea.

viernes, 20 de febrero de 2015

Justificando la crueldad

La semana pasada, Julio Sánchez Cristo hizo eco de una reflexión que habría dicho Roberto Pombo, director de El Tiempo, según la cual, más allá de los diálogos que tienen lugar en La Habana entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC, “para lograr la paz, primero hay que hacerla en Bogotá”.

Tal parece que Pombo se refería –desde luego y no sobra decirlo- a que muy a pesar de la labor que llevan a cabo los representantes del Gobierno y de la subversión en la isla, se hace extremadamente difícil y complejo alcanzar acuerdos cuando no sólo no hay ni el más mínimo interés de posibles consensos entre el Gobierno Santos y la oposición (con el ex presidente y senador Álvaro Uribe a la cabeza -del Centro Democrático-), sino que además se advierten unas cargas de violencia, de odio, de agresividad en cada trino, discurso o declaración que se difunde, que parece como si fuera imposible salir de esta espiral de violencia que desde hace más de 50 años está desangrando al país.

Y uno quisiera que en un momento dado la clase política dijera de una buena vez ‘vamos a protestar, vamos a discrepar pero lo que tengamos que decir lo vamos a decir de otra manera. Sin abstenernos de opinar ni de decir lo que consideramos conveniente, inviable, ilegal, o lo que sea, pero quitando ese tono hostil que poco le aporta a la discusión de la paz’, y el debate avance no siempre con concesiones pero sí con respeto y altura.

Sin embargo, no es suficiente que esto ocurra si es que cada uno de nosotros, cada ciudadano del común no es capaz de desarmarse para decir ‘sentémonos a hablar’, y en cambio hace todo lo posible por atacar al otro, por herirlo y lo que es peor, justificando la hostilidad.

Eso es lo que ocurrió con el trino del columnista Saúl Hernández Bolívar (SHB), en relación con el fallecimiento del hijo del senador Antonio Navarro Wolf.

Mientras que la regla fue un surtido de opiniones y mensajes de solidaridad para con Navarro, la excepción fue Saúl Hernández con este tuit del 6 de febrero a las 2:00 de la tarde: “Navarro sigue conmovido por suicidio de su hijo. ¿Y por las víctimas del M-19 también?”.

Muy a pesar de la distancia y tradición ideológica y política que lo separa de Navarro Wolf, el senador Álvaro Uribe, padre de dos hijos, tuvo la lealtad de trinar: “Nuestro más sentido mensaje de solidaridad al senador Antonio Navarro y a sus allegados”.

Mientras que Uribe tuvo la capacidad de ‘ponerse en los zapatos’ de Navarro, Saúl Hernández asumió la mezquina e indolente actitud de aprovechar la muerte del hijo de Navarro para ‘cobrarle’ su ex militancia al M-19. Bien lo resumió María Antonia García en su columna del 9 de febrero en El Tiempo. “Cada cual es dueño de sus actos y debe decidir si tenderle la mano a un hombre que entierra a su hijo (como la tendió el ex presidente), o escupir en la tumba e irse (lo más parecido a lo hecho por Saúl Hernández).

Mientras se trata de hacer la paz, lo desesperanzador es el espíritu del trino del columnista. ¿Será que el señor Hernández quiere llamar honesta y sensatamente a la reflexión sobre las víctimas de una guerrilla desaparecida hace años? Lo dudo.

SHB podrá pregonar que su mayor preocupación en la vida son las víctimas del M-19, cosa que no solo es legítima sino también notable. Pero lo que hay entre cada uno de los 140 caracteres de su trino es realmente otra cosa: un ánimo de caerle al caído. De revancha. De violentar al vulnerado. De agredir al otro al ironizar con su tragedia.

Porque bien vale la pena recordar las palabras de Navarro en un trino, justo unas horas después de la infortunada noticia de su hijo: “Hicimos la paz para que los padres no siguieran enterrando a sus hijos y no pude evitar que me pasara. Estoy aplastado”.

Y justamente por eso es que cobraría mayor relevancia la reflexión de Pombo citada en W radio por su director. Porque a medida que avanzan los diálogos en La Habana, en Colombia todavía hay personas como SHB con expresiones y manifestaciones, al decir de Piedad Bonnet (quien sabe mejor que nadie lo que está sintiendo Navarro Wolf) sólo cargadas de “mucho odio y deseo de ensañamiento”.

Tristemente, SHB no alcanza a proyectarse como padre de familia ni mucho menos cómo sería su vida si perdiera a un hijo. Y en vez de ser generoso con la tribulación del senador, lo que hace es justificar su ruin e insensato trino, haciendo más reluciente lo despiadado que puede llegar a ser el ser humano. Habría que no perder de vista que esa falta de solidaridad, como lo sostiene en su libro 'Empatía cero' el catedrático de psicopatología en Cambridge Simon Baron-Cohen, también es una forma de crueldad.

En alguna ocasión, refiere el docente de la prestigiosa universidad británica, que un profesor que impartía clases en el hospital St. Mary de Londres explicaba a sus alumnos que “los mejores datos sobre la adaptación del hombre al frío extremo de los que se disponía eran los recogidos por los científicos nazis”. En efecto, los ‘bien formados’ científicos nazis llevaban a cabo experimentos de inmersión con judíos del campo de concentración de Dachau, donde los sumergían en grandes tanques de agua helada para comprobar cómo era el comportamiento de la frecuencia cardíaca de estas personas, en relación con su permanencia en el agua por varias horas a temperaturas cercanas a los cero grados centígrados.

Al respecto, lo que dice Baron-Cohen es que se podría suponer, en gracia de discusión, “que estos doctores no eran crueles por el mero hecho de serlo (como pretender justificarse SHB cuando dice que su trino habría pasado inadvertido si tal desgracia le hubiese acaecido a algún jefe paramilitar), sino que los científicos que llevaron a cabo los experimentos de inmersión querían contribuir al conocimiento médico para saber, por ejemplo, cómo ayudar a las víctimas rescatadas tras un naufragio en gélidas aguas”.

No obstante, y aquí es donde el profesor de Cambridge llama la atención, es que por muy loable que fuera el fin de sus labores como científicos, sus medios resultaban inhumanos, al igual que el trino de SHB por la adversidad atravesada por Navarro Wolf. ¿Será que de haber sido criticados y calificados de inhumanos e indolentes en la actualidad por sus prácticas, estos científicos habrían salido a ripostar: ‘¡partida de mamertos! No ven que estamos haciendo experimentos para saber cómo salvamos a las personas cuando haya un naufragio en aguas extremadamente frías?’ Lo que estos científicos perdieron de vista en su búsqueda de conocimiento fue la humanidad hacia dichas personas, afirma Baron-Cohen.

Aunque Hernández Bolívar puede alegar que su trino es una auténtica y legítima preocupación por las víctimas del M-19 (diciendo que el perdón no es olvido), lo que resulta ruin es que se haya valido de la muerte del hijo de un ex militante que se preocupó por hacer la paz, para recordarle que –en todo caso- había formado parte justamente de esa guerrilla, y que por ello es válido cuestionarle que se esté doliendo por el fallecimiento de su hijo y no por las víctimas que ocasionó el grupo al que pertenecía. Ciertamente, el trino de SHB no es un mensaje pro-víctimas del desaparecido grupo insurgente, sino más bien uno contra el 'senador verde'.


Queda la esperanza, sin embargo, que Saúl Hernández reflexione y recule. Mi mamá dice frecuentemente "no somos ríos como para no devolvernos". Cabe recordar que él iba a escribir una columna sobre el tema María del Pilar Hurtado, pero cambió de opinión y terminó haciendo una para justificar la crueldad de su trino. Entonces, claro es que puede recomponer. Cambiar su argumento y hacer lo que hizo el senador Uribe Vélez, quien por más que le preocupen las víctimas del M-19 –por ejemplo-., no tuvo ni tiene el más mínimo problema en tener hidalguía y ‘abrazar’ con honestidad a un ex M como Navarro Wolf.