viernes, 18 de julio de 2014

De arqueros, técnicos y el carácter argentino


Más allá de lo obvio (el tema James y la Selección), vale la pena hacer un repaso por lo mejor y lo no tan bueno que dejó el Mundial concluido ayer en Brasil.

Dejó un merecido campeón, Alemania, selección contundente, madura, respetuosa y que, con un fútbol serio, venció a una Argentina de menos fútbol, que llegó hasta la final por puro carácter.

En efecto, nos dejó una Argentina que avanzó paso a paso en medio de los afanes y la angustia. No es casualidad que partido a partido Argentina no haya ganado con unas monedas sino simplemente con un centavo más que su rival: 2-1, contra Bosnia; 1-0, contra Irán; 3-2, contra Nigeria; 1-0, contra Suiza y 1-0, contra Bélgica. Por si las dudas. Naturalmente, cuando se juega conteniendo la respiración, no era descabellado pensar en una derrota por la mínima diferencia como ocurrió ayer en el Maracaná. El 0-0 frente a Holanda solo era un aspecto más de lo mismo, donde lo que predominó en la cancha no fue la intención de marcar, sino la disciplina y concentración para evitar equivocarse. Menos paranoia había en la Guerra Fría que en las defensas de aquel partido a mitad de semana. Y así salió el juego: tenso.

Pero la Selección de Sabella, que no tenía tanto fútbol, y que perdió todavía más el ‘poco’ que tenía con la lesión de Di María, de lo que sí estaba hecha era de carácter, la doble tracción de ese equipo. Así empezaba a ponerse al descubierto en etapas incipientes del Mundial cuando, en una jugada en defensa, contra Bosnia, Marcos Rojo rechazó un balón peligroso en el área con una rabona. Sólo la arrogancia del carácter permite jugadas de ese corte: que un defensa, en el área, en un Mundial se adorne para despejar un balón, solo es comparable con el carácter del danés Peter Schmeichel, quien quitó la barrera para que le explotara en las manos una de esas bombas que lanzaba el brasileño Roberto Carlos. Sin duda alguna, otra de las magníficas arrogancias que deja el fútbol, esa vez en el Mundial de Francia 98.

Para cerrar el capítulo Argentina, el Mundial finalizado ayer dejó una fastidiosa visión de la FIFA. Y es que la entrega del balón de oro a Lionel Messi, más que una insensatez, resultó ser un auténtico insulto contra el jugador argentino, que en todo caso no es culpable por estar nominado. Razón no le falta al respetado jurista Rodrigo Uprimny cuando se pregunta (reclama) si vale la pena un Lutero en el seno de la FIFA, y razones y sensatez le sobraron ayer al 10 argentino, cuando se despojó con rapidez de lo que en sus manos parecía ser una flamante limosna. Quizás ese premio lo mortificó más que la derrota.

Brasil 2014 resultó ser, como ninguno, el Mundial de los arqueros. Además del campeón Manuel Neuer, que como un buen gerente tomó decisiones, buenas o malas pero nunca dubitativo (ayer lo sindicaron de un penal contra Higuaín –¿y qué?), Navas (Costa Rica), Enyeama (Nigeria), M'Bolhi (Argelia), Ochoa (México), el mismo Bravo (Chile) y uno más que aparece en el último párrafo de este escrito también fueron estelares. Nunca extras. Siempre protagonistas.

Otro capítulo especial podría ser para los técnicos Jorge Luis Pinto, Néstor Pékerman y Louis Van Gaal. Aplausos merece el estratega colombiano porque llevó a un equipo modesto a cuartos de final y lo sacó ‘invicto’. Y Pékerman y Van Gaal –quizás- pudieron haber dado cátedra de cohesión de grupo. El técnico argentino puso a 22 de los 23 jugadores que dirigió. El holandés, a sus 23. Sin duda alguna, entendieron el sistema. Para cerrar el capítulo de los técnicos, sólo queda anotar que si Marcos Rojo hizo un adorno en lo operativo, Van Gaal lo hizo en lo estratégico. El cambio de arquero exclusivamente para atajar penales resultó una movida brillante contra Costa Rica, tan inesperada como un submarino atómico boliviano. Por supuesto, quien en el combate no espera una máquina así, está condenado no solo a perder en lo naval sino también la guerra. Holanda le iba a ganar al que fuera: Tim Krul, su portero talismán, era el inesperado submarino boliviano.

Vale la pena decirles a quienes consideran que una selección como Costa Rica le bajó el nivel al torneo, que lo que realmente le bajó la calidad al Mundial fue -en general- el fútbol mostrado por el equipo anfitrión, y específicamente el mostrado por Brasil contra Colombia. El rosario de patadas repartidas por Brasil en aquel partido fue –honestamente- más vergonzoso que el rosario de goles que les convirtieron los alemanes. Lo que pasa es que suele suceder que 7 goles -estadística y futbolísticamente- tienen el poder de disfrazar cualquier otra cosa.


Para concluir, mi equipo ideal estaría integrado por: 1) Tim Howard (USA), 2) Stefan de Vrij (HOL), 3) Vincent Kompany (BEL), 4) Mats Hummels (ALE), 5) Marcos Rojo (ARG), 6) Georginio Wijnaldum (HOL), 7) Toni Kroos (ALE), 8) James Rodríguez (COL), 9) Héctor Herrera (MÉX), 10) Arjen Robben (HOL) y 11) Karim Benzema (FRA).