Más allá de lo obvio (el tema James y la Selección),
vale la pena hacer un repaso por lo mejor y lo no tan bueno que dejó el Mundial
concluido ayer en Brasil.
Dejó un merecido campeón, Alemania, selección contundente,
madura, respetuosa y que, con un fútbol serio, venció a una Argentina de menos
fútbol, que llegó hasta la final por puro carácter.
En efecto, nos dejó una Argentina que avanzó paso a
paso en medio de los afanes y la angustia. No es casualidad que partido a
partido Argentina no haya ganado con unas monedas sino simplemente con un
centavo más que su rival: 2-1, contra Bosnia; 1-0, contra Irán; 3-2, contra
Nigeria; 1-0, contra Suiza y 1-0, contra Bélgica. Por si las dudas. Naturalmente,
cuando se juega conteniendo la respiración, no era descabellado pensar en una
derrota por la mínima diferencia como ocurrió ayer en el Maracaná. El 0-0
frente a Holanda solo era un aspecto más de lo mismo, donde lo que predominó en
la cancha no fue la intención de marcar, sino la disciplina y concentración
para evitar equivocarse. Menos paranoia había en la Guerra Fría que en las
defensas de aquel partido a mitad de semana. Y así salió el juego: tenso.
Para cerrar el capítulo Argentina, el Mundial
finalizado ayer dejó una fastidiosa visión de la FIFA. Y es que la entrega del
balón de oro a Lionel Messi, más que una insensatez, resultó ser un auténtico insulto
contra el jugador argentino, que en todo caso no es culpable por estar
nominado. Razón no le falta al respetado jurista Rodrigo Uprimny cuando se
pregunta (reclama) si vale la pena un Lutero en el seno de la FIFA, y razones y sensatez le sobraron ayer al 10
argentino, cuando se despojó con rapidez de lo que en sus manos parecía ser una
flamante limosna. Quizás ese premio lo mortificó más que la derrota.
Brasil 2014 resultó ser, como ninguno, el Mundial de
los arqueros. Además del campeón Manuel Neuer, que como un buen gerente tomó decisiones, buenas o malas pero nunca dubitativo (ayer lo sindicaron de un
penal contra Higuaín –¿y qué?), Navas (Costa Rica), Enyeama (Nigeria), M'Bolhi
(Argelia), Ochoa (México), el mismo Bravo (Chile) y uno más que aparece en el
último párrafo de este escrito también fueron estelares. Nunca extras. Siempre protagonistas.
Otro capítulo especial podría ser para los técnicos
Jorge Luis Pinto, Néstor Pékerman y Louis Van Gaal. Aplausos merece el
estratega colombiano porque llevó a un equipo modesto a cuartos de final y lo
sacó ‘invicto’. Y Pékerman y Van Gaal –quizás- pudieron haber dado cátedra de cohesión
de grupo. El técnico argentino puso a 22 de los 23 jugadores que dirigió. El
holandés, a sus 23. Sin duda alguna, entendieron el sistema. Para cerrar el
capítulo de los técnicos, sólo queda anotar que si Marcos Rojo hizo un adorno
en lo operativo, Van Gaal lo hizo en lo estratégico. El cambio de arquero exclusivamente
para atajar penales resultó una movida brillante contra Costa Rica, tan
inesperada como un submarino atómico boliviano. Por supuesto, quien en el
combate no espera una máquina así, está condenado no solo a perder en lo naval
sino también la guerra. Holanda le iba a ganar al que fuera: Tim Krul, su portero
talismán, era el inesperado submarino boliviano.
Vale la pena decirles a quienes consideran que una
selección como Costa Rica le bajó el nivel al torneo, que lo que realmente le
bajó la calidad al Mundial fue -en general- el fútbol mostrado por el equipo
anfitrión, y específicamente el mostrado por Brasil contra Colombia. El rosario
de patadas repartidas por Brasil en aquel partido fue –honestamente- más
vergonzoso que el rosario de goles que les convirtieron los alemanes. Lo que
pasa es que suele suceder que 7 goles -estadística y futbolísticamente- tienen
el poder de disfrazar cualquier otra cosa.
Para concluir, mi equipo ideal estaría integrado por: 1)
Tim Howard (USA), 2) Stefan de Vrij (HOL), 3) Vincent Kompany (BEL), 4) Mats
Hummels (ALE), 5) Marcos Rojo (ARG), 6) Georginio Wijnaldum (HOL), 7) Toni
Kroos (ALE), 8) James Rodríguez (COL), 9) Héctor Herrera (MÉX), 10) Arjen
Robben (HOL) y 11) Karim Benzema (FRA).