miércoles, 3 de septiembre de 2014

Televisor tailandés

Todo indica que Millonarios empezó a retornar a la época en la que era conocido como un ‘televisor tailandés’. No hay técnico que lo arregle.

Y es que se acaba de conocer que el técnico español Juan Manuel Lillo no sigue dirigiendo al conjunto embajador, razón por la cual –muy seguramente- empezará el desfile de técnicos (algunos en propiedad y otros como encargados) para arreglar un equipo que, como un mal televisor, tiene cables viejos, fusibles de poca duración y que en últimas termina siendo un estorbo; tan importante como para ser vendido a aquellos ‘parroquianos’ que pasan por los barrios, megáfono en mano, comprando vetustos electrodoméstico. Si están dando hasta $25 mil pesos por un viejo nevecón, al que después le meten hacha, ¿en cuánto se cotiza un televisor tailandés?

Retomo. El problema es que con o sin Lillo (a quien muchos acusarían de impostor por ser la reencarnación del mismísimo Francisco de Quevedo y no un referente de ‘Pep’ Guardiola) o con Reinaldo Rueda, o Falcioni, u Otero, o Américo Gallego, o Burruchaga, o con cualquier otro técnico que le pongan a Millonarios, salvo una poesía burlesca –muy a lo Quevedo-, es muy poco lo que se puede hacer con la nómina actual. A lo sumo, un ‘mano a mano’ de sonetos contra César Vallejo, nada más.

Muy a pesar de la estrella 14 obtenida hace dos años, han pasado más de tres –y hasta más años- sin que haya sido posible tener un lateral izquierdo de categoría, Robayo se va a jubilar en Millonarios sin advertir que aún juega, patea y corre como futbolista amateur, y por si fuera poco, cuando la hinchada reclamaba un atacante acosador, punzante y que la metiera con furia y ganas como Dayro Moreno, la dirigencia, en su confusión, apuntaba sus esfuerzos a contratar a un futbolista condenado por delitos sexuales en España. Si estuviera con vida Sigmund Freud, sería todo un caso de estudio para él en el campo del sicoanálisis de la dirigencia futbolística.

Lo que molesta no es que no haya un lateral que no pueda levantar un centro porque, por supuesto, todavía no levanta la cabeza y entonces lo primero es un imposible. Lo que molesta es el tiempo que ha pasado y la dirigencia ni se pellizque.

Las contrataciones han sido fatales. Unas, porque no se articulan con la realidad de las finanzas de los equipos del fútbol profesional colombiano, y otras, por física ineptitud e irrespeto con la hinchada más grande del país.

El caso del camerunés M’bami es ejemplo del primer problema. Muchos opinan que M’bami no era más que los que estaban en el club y no marcaba gran diferencia. Otros, que era un jugador práctico, simple. Tan primitivo como para aflorar el menos común de los sentidos: el sentido común. Que con su simpleza hacía gala de su nombre. Modeste M´bami era consciente de sus limitaciones y por ello sabía que no podía jugar a creerse Tony Kross (como a veces le pasa a Juan Esteban Ortiz). Entonces el volante africano recuperaba el balón, la tocaba y se iba. Eso es un indicio de inteligencia. En últimas y sin mucho adorno pero muy modesto, M’bami terminaba poniendo en práctica en la cancha lo que un hincha de cualquier equipo del mundo –incluidos los de barrio- reclama cuando ve un partido: ‘haga la fácil’. Y él hacía la fácil. Lo que recuerdo de M’bami es un gol (de pena máxima en una definición por penales), un pase gol (contra Alianza Petrolera) y ninguna expulsión.

Pero más allá de eso, por bueno o por malo, pagarle 500 millones de pesos al año a un jugador en el fútbol colombiano es sencillamente insostenible. Modeste M´bami era un jugador inviable, pero terminó siendo contratado. Mejor dicho, fue ponerse a gastar más (pagarle al africano) de lo que se tenía (lo que entraba por taquilla). Con esa cifra no alcanza la compensación.

¿Cuánta responsabilidad le cabe al tristemente célebre Portolés? ¡Mucha! Dejó a Millonarios hecho un muladar. Pero no fue solo él. Fue un asunto en general de los de arriba, que cumplieron un muy deficiente papel en cuanto a selección de jugadores.

En efecto, la contratación del delantero brasileño Wesley López evidenció una torpeza monumental, que es lo segundo. Y la explicación es más simple que el modo de jugar de M’bami. Si hay una posición en el fútbol en la que se espera movilidad y dinamismo, es la de delantero. Pero en el Campín, al referirse al brasileño, solo se atinaba a decir que se movía más un cactus en el desierto que él. Contrataron a ciegas. Lópes marcó un gol, contra Medellín, después de que le ‘lloviera’ un balón y le pegara en alguna parte del cuerpo diferente al brazo. Qué más se puede decir.

Tres cosas parecen ciertas:
A la fecha, Lillo se va dejando a Millonarios con un cupo a la Libertadores del próximo año por reclasificación.
También que, por los jugadores que hay, queda la incertidumbre de saber si el modelo europeo, específicamente el de Lillo, servía en Colombia con Millos. Con jugadores suficientes y buenos se habría podido saber si el 'alter ego' de Quevedo servía más como técnico que como poeta. Pero es evidente que la afición al fútbol en Colombia se quedó con la versión lírica de Lillo y no con la versión de estratega.
Y que hay que contratar jugadores de primer nivel porque Millonarios no solo será como un televisor tailandés, imposible de reparar para cualquier técnico, sino además como un ‘hijo de padres separados’: un domingo lo paseará uno, al siguiente domingo lo paseará el otro. Nacional y Santa Fe ya lo hicieron.

3’ de adición: ¿Será que la fotografía que acompaña la nota ‘Con el grupo completo, Selección Colombia trabajó en Miami’ (en eltiempo.com) da cuenta del sentir de James Rodríguez en el Real Madrid? La imagen hace sospechar que algo en Europa no lo tiene tan cómodo. Contrario a sus compañeros en la fotografía, incluido Falcao, todo indica que la mente del goleador de la copa del mundo no está en el chiste. ¿Estará pensando en lo que Ancelotti piensa de él? El lenguaje corporal siempre dice más que cualquier otro.

1 comentario:

  1. Qué buena metáfora la del televisor tailandés, no sólo aplicada a la crisis que atraviesa Millonarios, sino a todos esos aparatos burocráticos del gobierno, la Contraloría, por ejemplo, modelo de clientelismo y mermelada. Uno sabe que existen como un decorado, como el peluche que le ponían las mamás, con carpeta tejida en croché, al mueble del televisor en desuso, pero que no sirven para nada. Sólo de estorbo. De esos aparatejos sociales estamos hasta la coronilla. Ni hablar de los marca Nule. Concisa y divertida columna.

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